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Real Zaragoza 4 - Albacete 3

Real Zaragoza 4 - Albacete 3 Todo lo que esperábamos se cumplió en noventa minutos. En un solo partido se vivieron cien contrastes. De la alegría al miedo, de la tristeza a la esperanza, del alborozo a la locura... Ayer el fútbol explotó en todas sus formas en La Romareda y el espectador se marchó con la seguridad de que tiene un equipo tan cuerdo como su entrenador. Y que de ambos se puede esperar mucho. El Zaragoza no es fácil de vencer y es capaz de elevarse sobre la adversidad. Sabe sufrir y sabe ganar. Tiene defensa y también pegada. A veces perdona, pero nunca olvida. Parecía que iba a indultar al Albacete, pero finalmente lo machacó sin piedad.
Hubo un momento en el que se vio que el Zaragoza está lleno de buenas personas a las que no les gusta hacer daño a nadie. No quiso acabar con el Albacete cuando lo vio hundido en lo psicológico y entregado en lo futbolístico. No se habían cumplido 17 minutos de juego, el Zaragoza ganaba 1-0 y tenía a su rival contra las cuerdas. Entonces todo funcionaba casi mecánicamente: Milito y Álvaro no permitían un espacio, Zapater equilibraba al equipo asumiendo responsabilidad en el eje de creación, Movilla se entendía a la perfección con David Villa, y éste, a su vez, con Javi Moreno y por banda rompía Galletti. Así llegó el gol de Moreno –por fin los dos delanteros jugaban a lo mismo– pero el Zaragoza no bajó el diapasón. Pudo repetir el valenciano, pudo ampliar Savio e incluso Milito tuvo su ocasión. Pero el Albacete se escapó vivo. Y empezó a respirar a la vez que Movilla desaparecía y Zaragoza se hundía en lo físico. ¡Peligro a la vista!
A partir de ahí, los manchegos dieron la sorpresa: resulta que tiene futbolistas que saben tratan con cariño el balón: Pacheco empezó a carburar, Momo abrió el campo por la izquierda y Rubén miró a Luis García a los ojos y lo puso nervioso. El Albacete agradeció el indulto, pero no devolvió el favor. En ocho minutos le amargó la vida, y, además, con buen gusto. Primero fue Pacheco –con la ayuda del árbitro que no vio una mano previa al gol– y después Redondo poniéndole fin a una jugada magistral de Rubén. Álvaro y Jaime le ganaron la posición al ‘Pelado’ y encima se quedaron con el balón.
El Zaragoza se desquició, pero Víctor Muñoz lo recompuso a tiempo. Se ocupó de demostrarlo precisamente Luis García cuando Rubén se le plantó delante con la intención de matar el partido y de paso poner en cuestión su carrera como portero. No lo consiguió, y su parada fue el preludio del tanto del empate. Javi Moreno se vindicaba y el Zaragoza resucitaba ya sin ninguna duda. De pronto aquello explotó y La Romareda se llenó de un fútbol intenso, de alto voltaje en lo emotivo. Savio puso la tranquilidad, pero aún faltaba por ver las alas extendidas de Villa. Cuando el ‘Guaje’ voló, todo ocupó su orden natural. Sólo el gol de Rubén estuvo fuera de lugar.

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