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Racing 1 - R.Zaragoza 0

Mejor quedarse en casa

* Los excesivos cambios de Víctor en el once y la atonía del equipo provocan otro viaje inútil

ALFONSO HERNANDEZ 25/10/2004

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Definitivamente, el Real Zaragoza es un equipo casero al que le gusta la tarta de manzana de la abuela Nicanora, las galletas de la tía Rosario y la pizza Tarradellas. Fuera de ese entorno acogedor, del fuego del hogar y del calor del horno, se convierte en un conjunto vulgar, en una hormigonera lenta y tímida esté delante el Bar§a o, como ayer, el Racing, que antes de empezar el encuentro era el colista de Primera División. Es alguien importante en La Romareda, pero lejos de su viejo estadio descubre su fobia por los viajes, por la incomodidad de jugar en campos y ambientes hostiles. En sus cuatro desplazamientos sólo ha sumado un punto, en Málaga, sólo ha dejado su portería incamulada en una ocasión, también en La Rosaleda, y sólo ha marcado un gol, en el Camp Nou y para nada. En El Sardinero quedó bastante claro que es el invitado perfecto de esta Liga: si lo dejas solo noventa minutos frente a la caja fuerte, no sólo no se va a llevar nada, sino que además dejará propina junto al collar de perlas.

Está bien que reserve lo mejor de sí mismo para su afición, pero no estaría de más que, de vez en cuando, frente a adversarios tan limitados como el Racing, pegara un golpe en la mesa y se llevara la victoria. Quienes sacudieron primero fueron los cántabros, una bofetada que el Real Zaragoza le cogió preparando el desayuno, recién levantado. El gol de Regueiro a pase del otro carrilero racinguista, Pedro López, fue una carga excesiva. Quedaba un mundo por delante, pero al equipo de Víctor le entró la morriña y se volvió a acostar, dejando que pasaran los minutos sin creerse ni siquiera el empate frente a un enemigo discreto que se amparó en tres centrales y un correcto contragolpe para hacer de su ventaja un obstáculo insuperable.

Víctor Muñoz colaboró a la atonía de la muchachada, que parecía, salvo Luis García y Savio, bajo los efectos de una sobredosis de cloroformo. Se sabía que el técnico introduciría cambios en la alineación para amortiguar la erosión de tanto torneo. No se sospechaba, sin embargo, una rotación que no la mejoraría ni el cuello de la niña del Exorcista : cinco caras nuevas, algunas esperadas como las de Soriano, Cani o Toledo, otra que fue una ligera sorpresa, la de Oscar, y por último, la de Drulic, un futbolista que cuando aparece en el once hace que todos los sismógrafos del mundo coincidan al localizar el epicentro de la catástrofe.

El entrenador amputó cualquier posibilidad ofensiva porque Oscar está para ir cogiendo ritmo junto a alguien que le proteja, y esa compañía no es precisamente Drulic. Sin Villa, ni Galletti, ni Javi Moreno, y con el tanto en contra en el minuto 4, Cani se dejó ver en un intento de prolongar sus buenos diez minutos contra el Utrecht. Su brillo sigue siendo lánguido, como un faro con anemia, y, al igual que siempre, quien asumió los galones fue Savio, cuyos huesos deben de ser de una extrema calidad, porque su resistencia fue puesta a prueba en varias coces de los cántabros. Anda bien de calcio el brasileño y ayer puso la única nota discordante en un Real Zaragoza insustancial y apocado, incapaz de llamar a la puerta de Aouate.

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